martes, 11 de marzo de 2014

Hablando de Energía

The Stone Age did not end for lack of stone, and the Oil Age will end long before the world runs out of oil
 La edad de piedra no terminó por falta de piedras y la edad del petróleo terminará mucho antes de que el mundo se quede sin petróleo
Ahmed Zaki Yamani
Former Saudi Arabian oil minister 

Hablar de energía en los comienzos del siglo XXI no es sólo debatir sobre los precios de la electricidad, de la gasolina, o de la extracción de hidrocarburos por medio de técnicas como la fractutración hidráulica o fracking. Es también hablar de Medio Ambiente y Sanidad ambiental, de Pobreza o de Eficiencia energética, de seguridad en el suministro y de estrategias de conservación de recursos naturales. Y por supuesto, de macroeconomía. Sin embargo, tanto las políticas y estrategias españolas, como algunas de la Unión Europea que abordan este asunto, son notablemente equivocadas. 


Con bastante probabilidad, España no saldrá completamente de la crisis, ni a medio, ni a largo plazo, si no resuelve su grave problema energético. Por ejemplo, con un déficit de 45.000 MM de € en la balanza energética para en el año 2012 y con el resto de índices que rodean el sector energético, y el eléctrico en particular, la situación es muy preocupante. Las cifras de la deuda por déficit de tarifa, consecuencia de una política completamente errónea sostenida durante décadas, están provocando un caos nunca conocido en el Sistema Eléctrico español. Son escalofriantes y se aproximaron a los 30.000 MM de euros en 2013. Es decir, cerca de 5 billones de las pesetas anteriores al euro.

 Evolución de la Balanza energética española en el periodo 1995-2012. (Santiago Rubio, Com. oral, 2013)
No hay duda de que es de máxima urgencia invertir la tendencia del aumento de gases de efecto invernadero (GGEI) para cumplir los objetivos fijados internacionalmente y disminuir la factura que España está pagando por las emisiones de CO2. El incremento del uso de tecnologías energéticas bajas en carbono y el cambio de tendencia hacia una "Economía también baja en Carbono" es absolutamente necesario. El sector de la energía, tanto en la producción como en el consumo, es responsable de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero que produce el ser humano, incluyendo las emisiones difusas que genera el transporte.

Pero el problema de la energía debe plantearse de una forma holística, tanto en los ámbitos estatales como europeos y mundiales. La pregunta clave es ¿Cómo y a qué velocidad debe hacerse la necesaria e ineludible transición energética hacia energías limpias, sin afectar gravemente al sistema y sin que el cambio lo sufran hasta límites insuperables los más débiles? Toda clase de oportunismos han surgido y surgen, alrededor de esta pregunta clave que, por cierto, ellos no se plantean así. Cientos de políticos, asociaciones e individualidades de todo tipo afloran envueltos en populismos insoportables y alejados de cualquier rigurosidad científica, clamando por el medio ambiente y el conservacionismo extremo. Hay ejemplos al alcance de todos. La Ecología es una de las Ciencias revelación del Siglo XX. Ha aportado y está aportando beneficios inconmensurables a la Humanidad, pero los -istas son una auténtica plaga que está entorpeciendo el proceso de forma preocupante. Ecología viene de ecos, hogar, habitat y -logía, tratado, ciencia, es decir, Ciencia del entorno en que vivimos, pero los -istas son barcelonistas, madridistas,  nacionalistas, es decir forofos de… Que cada uno obtenga sus conclusiones.

Es evidente que a medio plazo será imposible reducir de forma drástica la utilización de combustibles fósiles. Aun siendo España uno de los líderes mundiales en lo que se refiere a la producción de energía eléctrica por tecnologías renovables, las previsiones más razonables y realistas coinciden en que la reducción en el consumo de combustibles fósiles no será radical, ni puede serlo. Es necesario buscar la optimización del sistema considerándolo un todo, y distinto de la suma de cada una de las partes que lo componen. Los sistemas complejos como el energético no admiten soluciones simples. Hay que tender a un modelo eficiente que aporte beneficios sociales y estabilidad a las empresas e inversores. En España se ha hecho todo lo contrario. Un ejemplo paradigmático es el del sector eléctrico. Se ha legislado siempre sin analizar y comprender bien el modelo. Casi nunca se ha considerado la tasa de retorno energético a la hora de implementar nuevas tecnologías y sistemas de producción de energía eléctrica. Se han utilizado políticas electoralistas internas, en vez de perseguir verdadera eficiencia energética y beneficio social.

Como en el resto del mundo, la energía depende en su mayoría del petróleo y del gas, en un contexto internacional globalizado. Estamos ante un nuevo reto que plantea una necesaria y también nueva, Transición Energética. Si durante el siglo XIX se produjo el cambio desde un modelo de quema de biomasa a uno de empleo masivo de combustibles fósiles, el siglo XXI será el de la transición hacia fuentes de energía renovables y más limpias desde el punto de vista de las emisiones de todo tipo de contaminantes. Por cierto, en este sentido no deben considerarse exclusivamente los GGEI y su efecto sobre el Cambio Global. El problema es también de sanidad ambiental en muchos entornos industriales y núcleos urbanos.

Consumo de energía final en España en 2012. (Elaboración propia según datos consolidados del MITyC)

El diseño de la Política de Transición Energética debe atender a tres objetivos principales: medioambientales, de seguridad energética, y de conservación de recursos naturales. La transición debe hacerse de la forma más rápida posible, pero sin desequilibrar el sistema y causar graves perjuicios a la Intensidad energética Local ni Global. Debe además buscar el máximo beneficio social y tender al máximo grado posible de autoabastecimiento eléctrico con balance neto. Algunos países europeos como Alemania y desde luego, España, han elegido un sistema de transición equivocado. Por ejemplo, se han importado de forma masiva paneles solares y se ha subvencionado fuertemente esta tecnología. Los beneficios sociales, los ha obtenido, por ejemplo, China y además, por tratarse de un país menos eficiente desde el punto de vista energético, se ha producido un aumento de las emisiones de GGEI desde un punto de vista global.

Cualquier modelo energético para el siglo XXI debe tener presente la Intensidad Energética Global, es decir:
Intensidad Energética Global = EC + (EIByS - EEByS / PIB) 

Dónde: EC = energía consumida; EIByS = Energía importada asociada a los bienes y servicios producidos en el país; EEByS=Energía Exportada asociada a los bienes y servicios producidos en otros países); PIB = Producto interior bruto. 

La dificultad de cuantificar este tipo de intensidad energética por países es evidente, pero en este caso, importa más el concepto que la disponibilidad y la exactitud de los datos.

Es iluso pensar que en alguna reunión a nivel mundial se alcanzará un acuerdo total sobre la reducción de GGEI. Aunque USA se ha convertido ya en el primer productor mundial de gas y petróleo, su producción eléctrica se basa casi en un 50% de carbón. ¡Qué decir de China o de Australia!. Hay que utilizar otros algoritmos económico-políticos más eficaces, pero casi utópicos hoy día, como por ejemplo, no importar de los países menos eficientes y más contaminantes. Casi nadie es consciente de que cuando consume un producto industrial, por ejemplo chino, también “consume” la energía con la que se ha producido. Las subvenciones con el dinero de todos, han vertido una parte significativa de sus beneficios sociales a países notablemente menos eficientes y a países de los más contaminantes del mundo. Mientras, en España, disfrutamos de una de las electricidades más caras de Europa, con el coste social que esto supone. Y siempre que pregunto ¿Por qué hay que subvencionar los negocios privados de este tipo y no apoyar más la I+D+i?. Nunca obtengo una contestación satisfactoria.

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